Hace 5 años fui a tomar café.
Desde entonces mi vida cambió para siempre.
Sé que suena algo exagerado así que permíteme aclarar que fue lo que sucedió.
Una gran amiga mía, Jackie, me invitó a un Starbucks para tomar un café. Fui muy contento ya que tenía tiempo de no verla. Al llegar vi que estaba con ella otra amiga que yo no conocía tanto. Pedí mi Caramel Macchiato y nos sentamos los tres a platicar.
Eventualmente la plática tomo un giro inesperado cuando Jackie me dijo:
“Deberías ir a terapia”.
¡¿QUÉ?!, -pensé yo.
La terapia es para los locos. Ya fui una vez cuando era adolescente y no sirvió de nada. Yo estoy bien.
“Ya no eres tú mismo. Dejaste de ser la persona alegre que solías ser. Te perdimos Fede. Algo te pasó que te perdimos y tengo miedo de que sea para siempre, porque esta manera de ser tuya es muy difícil de querer. No es fácil ser amiga de alguien que no se ama a sí mismo.” -concluyó Jackie.
De todas las cosas que esperaba para ese día, esta no figuraba para nada. De pronto la amiga de Jackie que estaba con nosotros confesó que ella vino para confirmar lo que Jackie decía. Que, aunque no nos tratábamos tanto, ella había notado un cambio para mal en mi personalidad.
Afortunadamente esta amiga tenía un consultorio que compartía con otra psicóloga, con la cual comencé mi primera sesión de terapia unos días después.
Han pasado 5 años de eso y en esos 5 años:
· Me perdoné y aprendí a amarme.
· Perdoné a mis padres.
· Fui a Europa
· Conocí a Lyn
· Me casé
· Tuve a mi hija.
· Me dedico a lo que amo.
· He cambiado de terapeuta 2 veces.
No digo que todo es fruto de terapia, porque no es un botón mágico. Lo que trato de decir con este mensaje es:
Nunca se equivoca quien quiere voltear a ver su propia vida, ayudado de la terapia, para buscar en qué mejorar y así caminar hacia el futuro incierto con la certidumbre de que se está viviendo en la mejor versión posible de la vida.